Rufo en la ciudad
Os voy a contar la historia de un joven oso llamado Rufo.
Vivía en un bosque lleno de castaños, pinos y robles las flores poblaban los campos y por lo tanto las abejas no tenían ningún problema para fabricar una miel riquísima, que era la golosina preferida de nuestro pequeño amigo.
Cerca de allí un río de agua cristalina regaba el frutal que había crecido de una forma natural en su orilla.
Podemos decir que esto es un autentico paraíso donde los animales viven a sus anchas, sin tener que preocuparse por buscar comida o agua. A pesar de todo Rufo no era feliz, soñaba con viajar a la gran ciudad y ver con sus propios ojos, aquellas luces y enormes edificios que había visto dibujados en una revista que encontró en la pradera.
Pasaba las horas mirando aquellas páginas y soñando con pasear por aquel bullicio. Los demás animales del bosque, trataban de convencerlo de que la ciudad no era un sitio tan maravillosos, y de que además un joven oso, no podía ser feliz entre aquellos aparatos metálicos.
Cuando nuestro amigo oía esto contestaba enfadado.
- Esos aparatos son coches, no tenéis ni idea.
Todo era inútil, Rufo estaba cada día más y más triste. Había perdido el apetito y no tenía ganas de correr por el bosque. Cada mañana, sus amigos iban en su busca para ir a comer miel, o a pescar truchas, pero siempre recibían la misma respuesta.
- No id vosotros, estoy muy ocupado.
Y allí se quedaba, encerrado en su cueva sin hacer otra cosa que mirar aquella revista.
Todos los habitantes de bosque estaban muy preocupados, ya que veían como su amigo se encerraba en la cueva y ni siquiera comía. Por todo esto, sus amigos decidieron ir en busca del mago del bosque, que no era otro que un viejo búho al que contaron todo.
Después de meditar un rato, Peri habló.
- Ya tengo la solución.
Todos estaban en silencio esperando instrucciones del mago.
- Traedme seis ramas de romero verde, una cucharada de miel y agua del arroyo.
Dos conejos amigos de Rufo, corrieron a por lo que les había pedido. No tardaron en volver y no les faltaba nada.
- Aquí tienes Peri, la miel, el romero y el agua.
El mago chasqueo las plumas y al instante apareció ante ellos una olla donde echó todos los ingredientes. Los animales estaban muy callados. Incluso las liebres que por lo general eran las mas escandalosas, estaban en silencio. El búho gesticulaba y murmuraba algo que el resto de los animales no podían entender. Al cabo de un buen rato dijo en voz alta.
Pucha Yacuba Lucanca
A la vez que decía esta palabras. lanzo contra el guiso un puñado de polvos de libélula (Que os informaré que para los animales tiene una fuerza mágica insuperable) y saco un frasco de color azul, donde puso un poquito de la pócima que había preparado.
Tomad, darle esto a Rufo antes de que se duerma, tres gotas de este jarabe y os aseguro que sanará.
Gran mago ¿Cómo lo haremos? Rufo no quiere comer nada, ni siquiera permite que entremos en su casa, no para de mirar y mirar esa entupida revista, y teme que alguno de nosotros se la robemos. Dijo unos de los animales que se encontraba en la reunión.
Mezcladlo con leche y miel, no podrá resistir el aroma y ya veréis como se lo toma sin rechistar, Si no lo hace se volverá loco e incluso morirá.
Muchas gracias, intentaremos que nuestro amigo tome la medicina.
¿Quién llevará la poción a Rufo? Preguntaron los conejos
Todos estaban dispuestos, ya que no había un solo animal del bosque que no conociera a nuestro oso. Después de una pequeña discusión, acordaron que fuera Alba, una pequeña osa blanca amiga, de Rufo. Sólo faltaba algo de leche y la miel. La miel era muy fácil de conseguir, ya que en el bosque había mucho panales cargados de la dorada golosina. Pero ¿La leche? ¿Dónde iban a conseguir la leche?
Un gorrión hizo la pregunta en voz alta
¿De donde vamos ha sacar la leche?
-No hay problema – contesto la lechuza – El sacristán de la ermita tiene una gata, me encargaré de conseguir la leche.
- No, eso es muy peligroso para un pájaro, -Dijo el lince - iré yo, Kuki es amiga mía, no la importará darme un poco de la leche de su cena.
De este modo los animales del bosque pudieron preparar la receta mágica. En un cuenco de barro pusieron todo y Alba se dirigió a la cueva de Rufo.
- Hola – Grito desde la puerta - ¿Estas ahí?
Nadie contestaba, la osita no se rindió.
- Soy Alba, traigo algo que te gustará
- Vete, no quiero nada
- No seas antipático, sal, solo te traigo algo para la cena, no voy a pedirte una cita.
- He dicho que no quiero nada. ¡Vete¡
- Esta bien ya me voy, pero te dejo lo que he traído por si después te apetece tomarlo.
Alba algo disgustada dio media vuelta y se marchó. No la gustaba ver a su amigo en ese estado.
Dentro Rufo seguía embrujado mirando aquellos edificios, aquellas calles y aquellas anchas avenidas repletas de coches y gente. Allí no había flores ni árboles. Ni siquiera había pájaros en el cielo Es más el cielo parecía estar mas alto. De pronto un olor penetrante le hizo cosquillas en el hocico.
- ¡Humm¡ ¿Qué será eso que huele tan bien? Era un aroma dulzón, como caramelo fundido El oso no podía resistir, y fue hacia la entrada y allí Alba, le había dejado lo que sin duda era una suculenta cena.
- No me he portado bien con Alba, he sido grosero y mal educado. Mañana la pediré perdón. ¿Que habrá querido decir con eso de una cita? Chicas, ¿ quien las entiende?
Se tomó todo el tazón, casi sin respirar. A nuestro amigo le entró un sueño irresistible, casi no le dio tiempo de llegar a la cama, cuando se quedó dormido, soñó que paseaba por esas calles tantas veces vistas, que subía a un vehículo y que viajaba a toda velocidad, de pronto un gran ruido le despertó.
-
Brommm, piiiiiiiiiiiiii... pof, pof, moc, moc, tarirariiiiiiiiii tarirariiiiiiiiiii.....
Asustado saltó de la cama y fue corriendo a la entrada para ver que es lo que ocurría, casi no podía creerlo, se encontraba en la gran ciudad, grandes edificios le rodeaban y una multitud de aquellos vehículos le gruñian sin parar.
Realmente, aquello no era lo que nuestro amigo esperaba, pero, al fin se encontraba en la gran ciudad, pensaba en la manera de salir de aquel escándalo, cuando sintió que algo frío le empujaba.
- Quita de en medio, piiiiiiiiiiiiii..
- Vamos ¿ que estas esperando? ¡muévete!
¿Cómo podía quitarse de en medio? Intentó refugiarse en la cueva, pero una espesa nube negra no le dejaba ver la entrada.
Rufo estaba muy asustado, pensaba que no eran muy amables en la ciudad y además no sabia donde ir, ni siquiera se atrevía a moverse ya que pensaba que alguno de aquellos coches podía aplastarle, giró la cabeza en busca de alguna salida, cuando vio aterrorizado como un gran coche rojo repleto de humanos se dirigía hacia él, por suerte se paró a tiempo.
- Mira es un osezno.
Un humano surgió de las tripas de aquel vehículo y grito: ¡Vamos a por él, se habrá escapado del zoo!
- Hay que cazarlo y devolverlo, puede ser peligroso.
Los humanos gesticulaban de forma exagerada y Rufo estaba muy asustado.
- ¿ Que era un zoo? ¿ Quien era peligroso?
Estaba rodeado de humanos y eso no le gustaba. Todos intentaban cogerle y Rufo comenzó una loca carrera sin saber muy bien donde ir. Corrió y corrió hasta que llego a un solitario callejón, seguía corriendo cuando se encontró un gran, muro que le impedía continuar.
-¿Qué voy ha hacer ahora? –Se preguntaba - no puedo dar la vuelta y esta pared es demasiado alta, estoy perdido. Los hombres me atraparán y me llevarán a ese sitio del que dicen me he escapado. No debí venir a este lugar.
Nuestro héroe estaba aterrorizado y caso a punto de llorar, cuando oyó.
- Rufo ¿Qué te ocurre?
Rufo se asustó aún más, pues aunque había escuchado su nombre, no podía ver a nadie en aquel callejón oscuro y lleno re basura.
- Estoy aquí, mira arriba, sobre el muro
- ¿Qué te ocurre?
El pequeño oso elevó la cabeza y allí vio, en lo alto del muro al viejo búho que lo miraba dulcemente.
- Peri quiero ir a casa, ayúdame a salir de aquí – le suplicó
-Pero, ¿Cómo es eso? - Replicó el gran mago- tú querías estar aquí, en el bosque no erás feliz, solo querías caminar por estas calles y jugar entre estos árboles de acero.¿Aquí tampoco eres feliz?
- No, llévame a casa, he aprendido la lección, la ciudad no es un sitio para un oso como yo, por favor llévame a casa.
- ¿Quieres ir a casa?, o sólo piensas que quieres ir a casa
-No. Estoy seguro. Quiero ir a casa y ver a mis amigos, nunca más volveré a pisar este lugar, ni volveré a mirar aquella revista embrujada.
No muy lejos, se empezaban a oír voces
- No puede estar muy lejos
- Tenemos que tener mucho cuidado
- Puede ser peligroso
- Mirad esta ahí, en el callejón.
-Por favor,-suplico el osezno – Me llevarán al zoológico, no volveré a ver a Alba.
-No tengas miedo, tenemos tiempo de sobra, ¿De verdad quieres volver al bosque?
- Si quiero volver, es lo que más deseo, volver a mi casa y ver a mis amigos.
El mago abrió sus alas y ordenó a Rufo.
- Cierra los ojos, y piensa en tu hogar.
Pucha Yacuba Lucanca..... Yacuba Lucanca Pucha.... Lucanca Pucha Yacuba........
Nuestro amigo obedeció, y aunque oía las voces amenazadoras y la retahíla del mago, sintió como una fragancia a caramelo envolvía todo Puchaaaaaa......
-
Abre los ojos.
Al abrir los ojos, comprobó sorprendido que estaba dentro de su cueva. Corrió hasta la entrada y disfrutó viendo un bosque maravilloso. Corrió en busca de Alba para contarle lo ocurrido, su amiga no le contó lo de la pócima, ni la reunión que habían tenido. Ya se lo contaría en otro momento, ahora lo importante es que había vuelto y al parecer con ganas de quedarse.
Lo animales celebraron una gran fiesta, comieron miel, fruta y se divirtieron de lo lindo en el río. No olvidaron de invitar al gran búho, que por cierto, bebió demasiado néctar de mora y cantó casi hasta el amanecer.