LA TORMENTA Y ELISA

Era se una vez una niña muy pero que muy valiente, se llamaba Elisa y no tenia miedo a nada, Bueno, a casi nada. Pues cuando el cielo se oscurecía y comenzaba una gran tormenta, nuestra amiguita no paraba de temblar y corría asustada hacia la habitación de sus padres para protegerse entre los brazos de mama.

 

¡Claro!, esto a su padre no le hacia ni pizca de gracia, y siempre la mandaba a su habitación.

 

-No pasa nada, ¡Elisa¡, solo es una tormenta.

 

Mama la acompañaba a su cuarto y se quedaba un ratito con ella, hasta que volvía a quedarse dormida, mientras tanto al fondo del pasillo se oía la voz de papá.

 

-No tienes que tener miedo, ya eres una mujercita y solo es una tormenta.

 

Una noche de verano, Elisa se fue a la cama, pensaba que aquella era una estación muy extraña, ya que durante todo el día brillaba un sol magnifico que la permitía disfrutar del parque o la piscina y al llegar la noche, aparecían unas nubes negrísimas que, primero apagaban la luna y luego se divertían encendiendo rayos y más rayos. Atemorizada, se asomó a la ventana y contempló con alivio, que estaban todas las estrellas, ni una sola faltaba.

 

-Hoy no abra tormenta - le dijo a su oso que sonreía con ella - se metió en la cama y esperó a que su padre entrara para contarle un cuento.

 

Hacía calor y la ventana estaba abierta. Elisa se había quedado dormida a mitad del cuento, pero de pronto, la habitación se iluminó y un enorme ruido la despertó. Muy asustada se abrazó a su oso y se tapó la cabeza con la sábana.

 

-No tengo que tener miedo, es solo una tormenta. Cantaremos una canción, ¿Verdad que tu no tienes miedo?. Pronto vendrá mama ¿Verdad Oso?.

 

Elisa comenzó a tararear una canción que le habían enseñado en el cole, cuando tras la sabana oyó una dulce voz.

- Elisa ¡sal de ahí¡, mira que bonito es todo esto.

-¡Mamá!.

Cuando se destapó la cara, no vio a su mamá. Vió a una dama toda vestida de blanco que la sonreía.

-Tú no eres mi mamá.

-No, soy la reina de las tormentas y este es mi palacio.

 

La niña miró a su alrededor, y vio con sorpresa que ya no estaba en su habitación, estaba en una extraña cúpula transparente donde un montón de seres extraños manejaban ruidos y puntos de colores.

 

Baja de la cama, no puedes caer –Le dijo la reina.

 

Elisa no podía creerlo, miraba hacia abajo y veía las estrellas y al fondo, pero muy al fondo, veía algo parecido a una ciudad. Como a todos los niños a Elisa le podía más la curiosidad que el miedo y de un salto bajo de la cama.

 

-Vamos Elisa, ya verás que divertida es una tormenta...

 

Por un pasillo de color violeta se dirigieron a una sala enorme.

 

- Mira aquí es donde probamos los truenos. El hada abrió una puerta, detrás de la cual un ejercito de seres extraños, parecidos a bolas de algodón, tocaban diferentes tambores, para atrapar las notas musicales y mezclarlas para formar truenos de diversos tonos.

- ¡Que divertido¡ ¿puedo probar?.

-Vale, pero ten mucho cuidado. Nuestros truenos son muy exigentes.

Con una seña llamó a uno de los simpáticos trabajadores.

- Xiro, deja que nuestra invitada pruebe uno de tus truenos.

Enseguida majestad –contestó haciendo una reverencia.

- Vete con él, se llama Xiro y es el truenero mas joven. Él te enseñará el resto de la tormenta.

La niña seguía a aquel extraño personaje, que como ya os he dicho parecía una bola de algodón con brazos y piernas. Elisa tocó los tambores hasta que se cansó y al finalizar la entregaron una bolsa de color azul, anudada de forma singular. En ese momento Xiro la dijo con voz dulce.

- Toma, este es el trueno que has creado, guárdalo hasta que tenga su relámpago

-¡Su relámpago¡ ¿no será peligroso? – dijo Elisa algo asustada-

  • Sí, iremos ahora mismo, hace una noche estupenda para dejarlo en libertad, y no es nada peligroso, no tengas miedo, solo es una tormenta. Ven vamos a la sala de la luz.

     

Elisa lo siguió sin soltar su trueno y cuando por fin llegaron pudo ver, que otros seres diferentes probaban chispas de colores, lanzándolas contra una de las paredes desde donde podía verse toda la ciudad.

-Ven, mi amigo Wati nos ayudará.

La pequeña siguió a Xiro y entraron en la sala, allí podían verse mil chispas flotando sobre sus cabezas, cada una de un color diferente, que se mezclaban hasta formar una gran línea continua.

- ¡Wati¡- Gritó Xiro saludando.

Algo parecido a una pera de color azul con unos ojos enormes giro y miro a nuestros amigos.

-Que sorpresa has traído una visita, ¿Cómo se llama?.-No paraba de moverse y realmente era difícil seguirle.

-Espera Wati, su nombre es Elisa y la reina me ha ordenado que la enseñe todo esto, además, mira tiene un magnifico trueno al que le falta la chispa ¿Nos ayudas?

- Veamos, que tienes en el saco.

Elisa no salía de su asombro, aquel ser no quedaba quieto y no paraba de hablar..

- Ajá, es estupendo, venga elige las chispas que mas te gusten.

La pequeña señalo un manojo que flotaba justo al otro extremo.

Muy bien son perfectas, espera aquí yo las alcanzaré.

Sin dar tiempo a nada, aquel personaje dió un gran salto y volvió con el racimo entre sus manos.

-Toma, mételo en el saco y agítalo suavemente.

Así lo hizo Elisa, sintiendo como al tocar aquel racimo un cosquilleo le llegaba hasta el codo.

- Y ahora ¿Qué hacemos?

Los duendes se miraron divertidos y dijeron al mismo tiempo

¡vamos a lanzarlo!

 

Corrieron hacia la pared transparente donde miles de sacos eran lanzados por seres diferentes,

- Venga niña lanzado, es tu turno- dijo Wati.

- ¿ Puedo quedármelo?, es un trueno muy bonito.

- ¡Nunca ¡ -Gritó Xiro- el saco moriría y nosotros desapareceríamos con él.

- De acuerdo, no quiero que os pase nada, lo lanzaré, ¿ como lo hago?

- No temas, acércate a la línea cierra los ojos y ábrelo..

Cuando la niña lo hizo, una luz inmensa seguida del ruido de cien tambores lleno la sala y Elisa sintió una cálida mano sobre su espalda.

- Elisa,¿ estas despierta?

Abrió los ojos para comprobar que estaba bajo las sábanas de su cama, sacó la cabeza y vio a su mamá que la sonreía dulcemente.

-Mama, ya no tengo miedo, ese trueno estaba dentro de mi saco.

- Claro cariño, duérmete, cerraré la ventana.

- Sí, pero no corras las cortinas quiero ver los relámpagos cuando rompan el cielo.

La mamá de Elisa estaba algo sorprendida ya que su valiente niña había perdido el miedo a las tormentas. Y al fondo del pasillo se oía las voz de su marido que decía.

-Deja a la niña, no tiene que tener miedo, solo es una tormenta.

Elisa sonreía abrazando a su osote.

-Buenas noches nena, que tengas felices sueños.

Su mamá se alejo por el pasillo, pensando que quizás, su niña había crecido un poquito, pues ahora era amiga de las tormentas.

Desde aquella noche, Elisa no tuvo miedo a las tormentas y alguna noche de verano sus amigos Wati y Xiro fueron a visitarla.

 

¿Y tú,? ¿Tienes miedo de las tormentas?