Teresa Bayés

Los que al igual que Joan Carda i Castello, corrector de la versión original en catalán de la autobiografía de Teresa Bayes, hemos tenido la oportunidad de conocer a esta ampurdanesa de mirada limpia y serena, sabemos que estamos ante una de esas personas únicas que sólo surgen en condiciones muy especiales. La forma en la que la conocí­ es idéntica a la de Joan, y a la de tantos otros soldaditos que hicimos la mili en aquel CIR nº9 de Sant Climent Sescebes. Impactados por un cambio tan brusco de vida, en un ambiente inhóspito a cientos o miles de kilómetros de casa, el refugio de las habilidades culinarias de Teresa en la Masí­a nos daban un respiro cada tarde. Pero a los que tuvimos la oportunidad de continuar nuestra mili en ese pueblo, después del periodo de campamento, y pudimos conocer a Teresa y a su marido Pere con más tranquilidad, su amistad nos aportó mucho más. Conocimos a una personas hospitalarias, como lo es en general todo el pueblo del Alto Ampurdán, tierra de la que estoy profundamente enamorado, que lucharon por sacar adelante a su familia en una condiciones durí­simas impuestas por la post guerra y la dictadura. Que comparten lo poco que tienen con los demás sin pensar. No conciben la vida de otra forma. Gentes que sin haber tenido la oportunidad de estudiar, han sabido cultivarse en la vida, viajar siempre que han podido para aprender, y admirar la arquitectura, el arte y la cultura allá­ por donde han ido. Veinticinco o treinta años después de conocerla, Teresa sigue igual en su espíritu emprendedor y viajero, planificando donde será su próximo viaje. Haciendo algo muy difícil hoy en día, y a la vez tan fácil, que es mantener las amistades a lo largo de los años y la distancia. Gracias a la colaboración de otro ampurdanés de nacimiento, madrileño de adopción y gallego consorte, mi buen amigo y compañero José Luís Aparicio, se ha traducido la versión original al castellano, para que la vida de esta mujer admirable se divulgue entre más gente, y creo que, con la erudición de José Luís, sin perder la frescura del texto en catalán. Hoy divulgamos ambas versiones a través de esta página de cuentos de mi querida Nana, con la esperanza de que sea leída por muchas personas y en especial por todos aquellos que cuando oómos hablar a Teresa al otro lado del teléfono, se nos pierde la mirada pensando en el azul del cielo y del mar de esa tierra mágica, y oímos soplar la Tramontana allá lejos, muy lejos. Ángel Redondo García